miércoles, 5 de marzo de 2014

Por qué no vivimos en un patriarcado.

Todos hemos oído hablar en multitud de ocasiones a feministas y a “feministas”, y un denominador común de ambos, aunque destacando más en el caso de los segundos, es el uso del concepto de “patriarcado”.
A continuación trataré de demostrar lo erróneo de ese uso y la necesidad de encontrar otro concepto que englobe el tipo de sociedad en el que vivimos, ya que dista de ser un patriarcado o “heteropatriarcado”, como también lo llaman.


Voy a tratar el tema tomando como contexto la situación geográfica de España y los países occidentales y occidentalizados. Esto no puede ser aplicable a sociedades puramente religiosas, como la mayoría de las naciones árabes o africanas, incluso muchas latinoamericanas.


Para tratar el asunto, me referiré al concepto en su definición más básica.
Para ello acudimos a la página web de la Real Academia Española (Recordemos que la RAE está formada, indistintamente, por hombres y mujeres) y buscamos la palabra “patriarcado”, encontrándonos la siguiente definición:


Patriarcado.
1.m. Dignidad de patriarca.
2.m. Territorio de la jurisdicción de un patriarca.
3.m. Tiempo que dura la dignidad de un patriarca.
4.m. Gobierno o autoridad del patriarca.
5.m. Sociol. Organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo linaje.
6.m. Sociol. Período de tiempo en que predomina este sistema.

Analicemos uno por uno cada uno de los significados de la palabra “patriarcado” y comparemos con la sociedad actual en la que vivimos.

1. “Dignidad de patriarca”
Esto no afecta a la organización de la sociedad, porque la figura del patriarca no existe en la jerarquía. Excepto en el caso de etnias como la gitana u otras culturas extranjeras.

2. “Territorio de la jurisdicción de un patriarca”
Si no existe un patriarca, porque la sociedad no está dirigida solo por uno o varios hombres, no puede existir una jurisdicción de dicha figura. Por lo tanto ningún territorio puede ser llamado “patriarcado”.

3. “Tiempo que dura la dignidad de un patriarca”
Si no existe la dignidad de patriarca, porque dicha figura no existe, no puede tener una duración. En tal caso, la tuvo, ya que en un pasado sí que existieron sociedades patriarcales.

4. “Gobierno o autoridad del patriarca.”
Aquí llegamos al meollo de la cuestión. Vivimos en una sociedad en la que al pueblo lo representa, o debería representarle, un Gobierno. Ese Gobierno, como podemos ver a diario, no solo está formado por hombres y podemos encontrar mujeres en puestos ministeriales o, incluso, al frente de todo el equipo gubernamental, tanto a nivel nacional como local. Algunos ejemplos de esto podrían ser Ángela MerkelSoraya SaenzAna PastorAna Botella... Dejando a un lado su mayor o menor virtuosidad, todas son mujeres con puestos importantes en algún tipo de Gobierno.
Otros puestos de poder podrían ser las empresas, en cuyas directivas podemos ver tanto mujeres como hombres y hay reconocidas mujeres al frente de grandes empresas. Ejemplos de esto son Rosalía Mera (Co-propietaria de Inditex), Agatha Ruíz de la PradaMeg Whitman (Directora general de HP), Susan Wojcicki (Vicepresidenta de Publicidad en Google) y podría seguir enumerando. Podéis encontrar datos de estas, y de más mujeres en altos cargos, por internet con total facilidad.
Por último, podríamos hablar de que “el dinero es poder”, ya que vivimos en una sociedad capitalista donde esto es una realidad. Así que, veamos qué puestos ocupan las mujeres en la lista de personas más ricas del mundo de 2013 que elabora la revista Forbes; Alice Walton Christy Walton, herederas de la fortuna Wal-Mart, ocupan el puesto 15º y 10º respectivamente; Liliane Bbettencourt, heredera de la fortuna L´Oreal, ocupa el 8º lugar.
Aunque la diferencia entre número de hombres y mujeres es amplia, debido a las costumbres y el papel de la mujer en las sociedades anteriores, podemos observar que hay mujeres poderosas económicamente hablando.
Por lo tanto, si hay mujeres en los Gobiernos, mujeres en las altas esferas empresariales y mujeres entre las grandes fortunas ¿Cómo podemos hablar de una sociedad patriarcal en la que, por definición, solo tienen poder y autoridad los hombres?

5. “Organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo linaje”
Destaco el adjetivo “primitiva” para comenzar, lo que demuestra que es una situación ya superada y que se daba en un pasado, aunque no tan lejano como quiere dar a entender la palabra.
En la sociedad en la que vivimos, los varones no ejercen una autoridad que heredan sus hijos u otros parientes. Muestra de ello son las mujeres solteras, con hijos o sin ellos, que tienen los mismos derechos y libertades que un hombre; o las parejas de lesbianas, que no necesitan de la supervisión de un varón para formar un hogar; ambas situaciones impensables en una sociedad patriarcal, en la que la mujer siempre ha de estar bajo la “protección” de un hombre.
¿Hay cierta discriminación hacia las mujeres en cuanto a, por ejemplo, su maternidad? Por supuesto, pero ello no implica que tengan que depender de la autoridad de un hombre para actuar.
¿Que hay cierta discriminación hacia la unión de mujeres? Por supuesto, vivimos en una sociedad aún bastante religiosa, pero es algo que también se extiende hacia la unión de hombres; por lo que no puede ser considerada una discriminación hacia la mujer.
Por lo tanto, las mujeres tienen poder sobre sus vidas y las de las personas a su cargo sin necesidad de estar bajo la autoridad de un varón, por lo que no vivimos en una sociedad patriarcal.

6. “Periodo de tiempo en que predomina este sistema (patriarcado)”
Bueno, creo haber demostrado la inexistencia de un patriarcado real a partir de su definición, por lo que no existe ya un periodo de tiempo en el que predomine dicha situación.


Conclusiones
¿Vivimos en un patriarcado? No.
¿Significa eso que vivimos en una sociedad igualitaria para con los sexos? No.
Vivimos en una sociedad machista, una sociedad en la que la mujer no tiene las mismas oportunidades que el hombre. Una sociedad en la que una minoría femenina comparte cargos de poder con una mayoría masculina.
Vivimos en una sociedad aún muy influenciada por la religión, donde la mujer tiene un papel servil y subordinado al del hombre (Aún así, en la sociedad medieval existían los conventos de monjas donde la Madre Superiora o la Abadesa, evidentemente, eran mujeres y podían llegar a tener importante influencia. Aunque, generalmente, estaban subordinadas a un Abad hombre), pero vivimos en una sociedad que evoluciona hacia la igualdad.
O no.
El Feminismo busca equiparar los derechos y las libertades de la mujer a los del hombre.
Y hasta ahí se puede hacer. No puedes equiparar absolutamente en todo a las mujeres y a los hombres porque no somos naturalmente iguales.
Las mujeres tienen unas capacidades más desarrolladas y potencialmente más desarrollables, mientras que el hombre tiene otras.
No se puede pretender que, con el mismo trabajo, un hombre y una mujer obtengan el mismo rendimiento, porque, dependiendo de la labor, el hombre estará mejor naturalmente dotado que la mujer para llevarlo a cabo o viceversa.
Y, ojo, hablo con el mismo trabajo. Si una mujer dedica más tiempo a un trabajo que un hombre, podrá superarle sin problemas. Pero estoy equiparando esfuerzos para que las comparaciones sean imparciales.
Pero la conclusión final a la que yo quería llegar es que hay que cambiar la mentalidad en esta lucha por la desigualdad.
Hay que desterrar el uso de términos erróneos como “patriarcado”, que se utilizan con el único fin de enardecer y colocar “a la mujer contra el hombre” en vez de colocar “a la mujer con el hombre”.
La lucha no es de la mujer contra el hombre, no; la lucha es de las mujeres y los hombres contra todos las personas, de ambos sexos, que impiden que esa igualdad sea factible.
No existe el patriarcado, si no el machismo. Vivimos en una sociedad machista y desigual, en la que el concepto de hombre subordina al de mujer; pero esa subordinación la provocan por igual hombres y mujeres, ya que no es solo el hombre quien tiene autoridad hoy en día.


Fuentes
Concepto de Patriarcado: http://lema.rae.es/drae/?val=Patriarcado
Mujeres empresarias y poderosas: http://yuniramirez.blogspot.com.es/2013/03/mujeres-famosas-y-empresarias-del-mundo.html
Personas más ricas del mundo: http://megaricos.com/2013/03/05/lista-de-las-20-personas-mas-ricas-del-mundo-en-el-2013-por-forbes/


martes, 31 de diciembre de 2013

Silencioso escándalo

El mejor sonido del mundo es el silencio.
Pero no el silencio absoluto, no.
El silencio interrumpido, inconstante.
Ese es el silencio perfecto.

Roto por el piar de los pájaros, el graznido de un ave, el ladrido de un perro, el aullido de un lobo.

Interrumpido por la brisa entre las piedras, el viento contra las ventanas, la lluvia contra los cristales.

Destrozado por un cláxon, un chirriar de ruedas, un estornudo, una tos, un improperio.

Espantado por un grito, un alarido, el clamar de una multitud, el rugido de una masa.

Invadido por un susurro, una respiración, el arrastrar de unos pies por el suelo.

Rechazado por la música alta. Muy alta. Sea suave o sea fuerte, pero que sea muy alta.

Ese silencio es el de cada día.
Ese sonido al que estamos tan acostumbrados que ya no valoramos.

El día que nos falte se acabará el mundo.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Palabras de un desgraciado

A mi mismo y a la persona que creí ser

No sé qué hago aquí.
Tampoco recuerdo como llegué. O quizá si me acuerdo y mi mente ha querido olvidarlo.
Pero yo era inocente ¿O no? Esas rejas se encargan de recordarme que no, pero mi mente no quiere apoyarme y no intenta hacerme pensar lo contrario.
Pero ¿Qué hice?
¿Qué hice?
No puedo recordarlo, tan solo puedo recordar quién soy.
Soy un preso, el culpable de un recuerdo que no aparece. Soy un desgraciado.
No desgraciado por no verme culpable, sino desgraciado por saberme culpable y no conocer los motivos.
Porque tan solo puedo recordar quién soy.
Quién soy, no quién era.
Creo haber sido una persona respetable. No perfecta, nadie es perfecto, pero sí respetable.
No recuerdo haber hecho daño a nadie. Creo que no conscientemente, al menos.
Pero quizás no sea una excusa pausible abogar por el desconocimiento. Quizá debería haber sido consecuente con mis actos. Haber pensado en las consecuencias.
Creo haber sido demasiado impulsivo. Y creo que nunca le hubiese colocado delante ese “demasiado”.
Ahora sí. Ahora sí porque no recuerdo quién era. Tan solo creo recordar quien era.
Y creo no haber sido alguien malvado. Creo haber ayudado a la gente cuando lo ha necesitado.
No a toda, evidentemente, ni tampoco a toda la que lo ha necesitado. Quizá nunca ayudé a nadie. O quizá ayude a quién no lo merecía y me olvidé de quien verdaderamente lo necesitaba. ¿Quién soy yo para hacer de juez?
No. No me escudaré en aquello. Debería haber ayudado a todos los que pudiera, sin importar sus motivos o sus necesidades. Solo ellos han de ser conscientes de su necesidad, yo no tuve que ser juez. Pero ¿Cómo ayudar a todo el mundo cuando nadie me ayudaba a mi?
Aunque ¿Acaso recuerdo yo si me ayudaban? Creo que no, recuerdo estar solo. No estar solo. No. Había mucha gente a mi alrededor. Mucho ruido. Mucho movimiento. Y nadie se calló para escucharme, nadie se detuvo para apoyarme. Me sentía solo.
Y, si estaba solo y ninguno callaba y se detenía ¿Cómo podía yo ayudarles?
No fue culpa mía. No soy culpable, ya lo dije.
Pero yo no quise, no quiero ser juez. A ellos les dio igual y, por sentirse solos como yo, me condenaron. Me condenaron por actuar de la misma manera que ellos.
Ya. Pero yo nunca fui juez. Nunca quise juzgar a nadie, no quise llevar ese peso sobre mi espalda, esa carga en mi cabeza. Al parecer sus espaldas eran poderosas y su cabeza estaba blindada, porque admiro su capacidad para juzgar y condenar sin sentir culpa o remordimiento alguno.
Creo que yo no era así. Creo que mi espalda nunca soportó ese peso ni mi cabeza albergó dicha carga. Y si lo hice quise ignorarlo, porque creo que si lo hubiese sabido me hubiera derrumbado.
¿De qué me sirvió ignorarlo? Si no me derrumbé yo, me derrumbaron otros.
Creo que fui condenado por la culpa de todos. Fui juzgado por no ser juez. Fui condenado por no condenar.
La gente teme lo diferente. Odia lo diferente. El odio para tapar el temor.
Y yo fui diferente a la vez que igual al resto.
No ayudé a nadie, nadie me ayudó a mi. Ellos no me ayudaron y yo no les ayudé.
Sin embargo yo no juzgué y ellos sí juzgaban.
A sus ojos resultaba extraño que alguien no juzgara, por lo que era necesario juzgar semejante anomalía.
Quizá si ayudé gente, quizá sí me ayudaron. Y quizá me condenaron tan solo por no condenar a nadie.
Qué se yo. La cabeza me palpita por tratar de recordar. O quizá por la carga que lleva.
Puede que sea culpable y los jueces fuesen justos.
Prefiero no pensar. Prefiero cerrar los ojos y huir de la realidad.
Huir.

Huir una vez más.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Alienados a la aceptación

Lo primero que voy a aclarar es que, aunque no esté de acuerdo ni vaya a realizarlo, respeto a la gente que desea casarse y que lo hace. Pero quiero exponer los motivos por los que el matrimonio me parece completamente prescindible.

En primer lugar quiero destacar el hecho de que el matrimonio es, históricamente, un rito religioso. Desde que se tiene constancia de ello, todas las parejas debían de mostrarse sumisas a una deidad que bendecía su unión.
Con ello lo que quiero decir es que me parece ridículo que alguien no creyente contraiga matrimonio.
Ante esta cuestión surgió el matrimonio civil, aún más absurdo.
Como ya he dicho, el matrimonio fue y es, desde su creación, un rito religioso. Si lo conviertes en una ceremonia civil pierde todo su sentido y se orienta completamente hacia el aspecto que más me asquea del matrimonio y que mencionaré ahora.

Y es que el matrimonio, hoy por hoy, es completamente una ceremonia enfocada a conseguir un reconocimiento y una aprobación social. Han quedado, casi por completo, enterrados todos los motivos religiosos ante la aplastante realidad social (Generada principalmente por la Iglesia y los gobiernos conservadores) de que está bien visto casarse por la Iglesia y convivir fuera del matrimonio "es pecado".

Pensaréis que exagero y, aunque la idea pecaminosa del no casarse ha quedado bastante relegada, sigue presente la creencia social de que es necesario casarse. Es más, ya no es una creencia, es algo inculcado indirectamente por las reacciones del entorno. Es decir; en una época en la que la Iglesia tenía mucha influencia se generó la idea de que lo único virtuoso es casarse religiosamente, esta idea pasó de padres a hijos que, aunque no estuvieran de acuerdo, terminaron aceptando y, por lo tanto, mantuvieron presente en una generación más esa idea. Y así generación tras generación, imponiendo una idea general y ya preconcebida en la sociedad de que el matrimonio religioso es lo único bueno.

Por lo tanto, ya sea por lo religioso o por lo civil (En este segundo con más motivo) el matrimonio ha perdido toda motivación divina y se ha convertido en una búsqueda de aceptación social.

¿Acaso quieres más a tu pareja por casarte con ella? ¿Tienes que casarte para demostrar tu amor, tu fidelidad y tu compromiso a esa persona? No. Lo que quieres es demostrar a ojos de los demás que eres una persona decente. Quieres poder presumir de ser feliz, aunque no lo seas, y de que alguien ha decidido pasar la vida junto a ti, aunque ya os hayáis arrepentido de esa decisión.

Y es que, al fin y al cabo, todo en esta sociedad está basado en buscar la aceptación de la mayoría y en demostrar que eres más y mejor que los que te rodean.


Pensamientos, ideas, sentimientos, sensaciones, opiniones... Todo subordinado a la opinión social.
Alienados a la aceptación.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Feliz Falsedad

Lo primero que voy a decir es que es una celebración hipócrita.
Y no me voy a meter solo en el tema del consumismo, aunque sea una fiesta que sigue motivada por él, sino con otros aspectos igual de hipócritas.

La navidad es esa época en la que se reúne la familia.
Sí, toda. 
Toda esa familia en la que seguro que hay roces, odios y desprecios. 

Sin embargo, en estas fechas, todo son falsas sonrisas de felicidad, fingidas muestras de cariño que apenas ocultan el desprecio y muchos halagos y palabras bonitas cargadas de mentira y puro veneno de odio.
En navidad todos nos queremos, en navidad hay que estar unidos, en navidad hay que amarse... 
¿Y el resto del año qué?

A tomar por culo todos el resto del año.


Pero claro, en estas fiestas está socialmente bien considerada la unidad familiar, pese a que solo sea una fachada.

Y también está el caso de la gente que critica esta fiesta de consumista mientras anhela recibir los mejores y mayor número de regalos. Por muy basada en el dinero que esté actualmente esta celebración, no puedes tacharla de consumista y ser el primero por cuya boca empiezan a surgir infinitas peticiones de números y cifras que a tus padres parecen marearles.
Atragántate con tu hipócrita crítica al consumismo y muérete alrededor de una familia que nunca te has preocupado por querer y cuidar por el simple hecho de que ellos tampoco se molestaron en quererte.
Solo se piensa en lo mismo de siempre. 

¿Qué esperar de una sociedad tan materialista y superficial?

Todo es fingir, alardear y mantener una posición social que solo respetas tú y que los demás van a hundir a la mínima oportunidad para mantener la suya propia.


Texto original en: http://ask.fm/DaniDarklight/answer/104530616716

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Simplemente loco.

¿Por qué hay que buscarle un sentido a la locura?

La locura es la ausencia de sentido.

Además ¿Quién decide quién está loco y quién no?
Quizá el loco sea el cuerdo y los cuerdos estén locos. 

La locura es caos, la locura es libertad, la locura es vida.

La cordura nos ata los pies, nos corta las alas y nos encierra la mente.
Nos reprime en un cubículo llamado sociedad, llamado moral.
Aplasta nuestros deseos, nuestros sueños, nuestra felicidad.

Solo el loco puede ser feliz porque es el único que no piensa en serlo.

Simplemente vive.

martes, 3 de diciembre de 2013

Belleza corrompida

Subí al autobús y, como de costumbre, me dirigí hacia el fondo; pero, por el camino me encontré con algo que desvió completamente mi atención e hizo que me olvidase de todo lo que me rodeaba.
Ya no había autobús, ya no había gente, ya no había un yo. Solo había un ella.
Ella. La Belleza. La Belleza hecha rostro.
Y ya no es que solo aquella joven fuera atractiva y me atrajera, es que era increíblemente magnética.
No podía observarla como a un ser humano, sino admirarla como si de una perfecta obra de arte se tratase.
Aquella tersa e increíblemente pálida piel no podía sino estar esculpida en el más bello de los mármoles.
Aquellos labios gruesos y de un sangriento color escarlata debían de nutrirse de la propia belleza que emanaban.
Aquella nariz tallada con todo mimo, sobresaliendo lo suficiente para ser bellamente caricaturesca pero sin alcanzar dimensiones desproporcionadas.
Y aquellos ojos, aquellos ojos que desprendían la tranquilidad del verde, la majestuosidad y fuerza del oro y la dulzura pura de la miel. Aquellos ojos que...Tinieblas. Sombras en mi ser.
El alma a los pies. No. No era posible.
Creo que lo que ocurrió fue lo que me trastornó, ya que varió todas las convicciones que tenía hacia mi propia persona.
Me entraron ganas de llorar. A mi. A la persona que nunca llora, que mientras todos se desmoronan sigue firme. 

Y sí, me entraron ganas de llorar. Y es que aquella chica tenía una herida en el ojo. Dentro. Un pozo negro con tintes escarlatas justo a la izquierda de aquella fuente de perfección que era su iris.
No podía creer que una belleza de niveles divinos pudiese ser destruida de esa manera tan simple y que nadie hubiese pagado por tal herejía.
Sí. Me entraron ganas de descargar las lágrimas que llevaba acumulando tanto tiempo por ese simple hecho. Por ver como un colosal castillo de belleza podía verse destruido y marginado por una simple grieta.
Era como ver la muñeca de porcelana que, bella como ninguna otra, se ve relegada a un segundo plano porque le ha aparecido una grieta en el rostro.
Y aún así seguía siendo bella. Terriblemente bella. Aquella herida por la que se desgranaba su hermosura le otorgaba aún más belleza. Quizá una belleza exótica y morbosa. Quizá una pervertida belleza. Pero una belleza tan terrible que hizo que no pudiese apartar mis ojos de ella un instante. Y ella no se percataba de ello. No se percataba que su belleza antinatural había absorbido cada milímetro de mi ser.
Cuando tuve que separarme de ella, que alejarme sin saber si alguna vez volvería a tener la oportunidad de contemplarla, sentí un vacío por dentro. Sentí que algo se apagaba en mí y sentí que no se volvería a encender hasta que no pudiese contemplar de nuevo aquella corrompida perfección.